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El CEPA recuerda a las “Amas de cría" en esta exposición
Horario: Laborables de 9 a 20:30h (viernes de 9 a 19h)
Lugar: Centro de Educación de Personas Adultas "Escuelas Verdes"
Organiza: Centro de Educación de Personas Adultas "Escuelas Verdes"
Precio: Gratis.
El Centro de Educación de Personas Adultas “Escuelas Verdes” de Santander inaugura su programación de actividades culturales abiertas al público de este curso con la exposición “Amas de cría”, procedente de la Fundación Joaquín Díaz de Urueña (Valladolid).
Como detalla el texto ofrecido por la Fundación, el oficio de ama de cría existió desde siempre. Al menos desde el momento en que una mujer pudo pagar a otra para que la sustituyese en el menester de dar el pecho al hijo en el período de lactancia. Sucede, sin embargo, que aquello que en otros tiempos pudo ser una necesidad, el siglo XIX (ese siglo inquieto y tornadizo) vino a convertirlo en un lujo. Mujeres del campo acudieron entonces a la ciudad para tratar de suplir con sus indispensables atributos –salud y abundancia— lo que las madres de la cada vez más abundante burguesía no podían o no querían dar: la leche. Se produce así una emigración exclusivamente femenina de los pueblos a la urbe.
Las costumbres, las creencias de estas amas vienen a implantarse y desarrollarse lejos del terreno propicio y del humus fecundo que les dieron origen. Por eso precisamente esas formas llaman tanto la atención y llegan a crear un prototipo de personaje casi escénico cuya vida y milagros son descritos por costumbristas y periodistas de la época.
La decadencia de las amas llega con los avances científicos en materia de alimentación. Los conocidos "potitos" y otros productos, unidos a una conciencia social que ya comenzaba a sentir remordimiento por determinadas formas de explotación, acaban con un oficio que tuvo, sin embargo, una vertiente humana y afectiva realmente adorable.
Esta colección, que debemos a la curiosidad, al celo y al trabajo incansable de José Manuel Fraile Gil, muestra un poco todo eso: la religiosidad y la superstición rurales, mezcladas con los signos evidentes de una prosperidad que la ciudad (y concretamente una clase social) ofrecía a cambio de unos servicios. Aquí se pueden ver el traje, las joyas y el porte de las amas. El resto, lo que quedó en la memoria indeleble de tantos niños –el cariño, los primeros rezos, el arrullo amable de las canciones— lo tendrá que poner el visitante con sus pocos o muchos datos y recuerdos.
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